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Simeone usó el 96

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Diego Pablo Simeone ha construido un gigante europeo. Se sabe, se es consciente de ello, pero quizás no se profundiza del todo en el milagro acaecido. Hoy el Atleti es un proyecto deportivo ejemplar. Acuden al mercado nacional con pulcra exactitud y rastrean territorios internacionales con precisión cirujana. Perder a Thibaut Courtois (sí o sí, un drama) y sustituirlo con Jan Oblak solo puede suceder en clubes inmersos en una organización estable. El Atlético lidera La Liga porque casi todo lo hace bien y cuando se equivoca tiene muy claro su error y cómo corregirlo. Es, sin duda, una gran institución.

Pero no siempre fue así. Innegociable siempre su grandeza y brillante historia, los 90 fueron una etapa convulsa para el colchonero. El mandato deportivo de Jesús Gil coqueteó a menudo con la parodia, llevándose por delante a decenas –literalmente– de entrenadores y jugadores de quita y pon. La temporada 94-95 finalizó con el Atlético en el puesto catorce de la tabla y la friolera de cuatro (¡cuatro!) técnicos desfilando por el banquillo del Vicente Calderón. Nada hacía pensar que la campaña 95-96, la siguiente, iba a ser histórica.

El Doblete dejó cosas en la memoria del Cholo para el futuro

Nadie en el Atleti arrancó el año pensando en títulos. Poco importaba que la situación –vista en perspectiva, claro– se prestara a ello. El Real Madrid había acabado por fin con el reinado del Barça de Cruyff y centraba sus ilusiones en la conquista de la Séptima. Con un crío de 18 años como mayor argumento, el Real ni se clasificó para Europa.

En Barcelona tampoco estaban para muchos trotes. Johan Cruyff trataba de agitar de nuevo la varita para crear un Dream Team 2.0, pero la ausencia de química con el club le hizo tener que conformarse con una plantilla muy joven a la que, sin embargo, no exprimió mal del todo. El Barça peleó hasta abril por los tres títulos. Así pues, solo el sorprendente Valencia del increíble Pedrag Mijatovic resistió al equipo que se había inventado Radomir Antic: el Atlético del Doblete.

Antic construyó un equipo fiel a la esencia histórica colchonera

Molina; Geli, Santi, Solozabal, Toni; Vizcaíno, Caminero, Simeone, Pantic; Kiko y Penev. El once aún hoy se recita de memoria, y raro será que algún día se olvide. En realidad, la base del conjunto ya estaba en la plantilla y solo cuatro futbolistas titulares llegaron nuevos ese verano: el portero Molina, el jovencísimo central Santi Denia, el desconocido –y para más inri, barato– Milinko Pantic y Lubo Penev, el más consagrado de los fichajes tras sus buenos años en Valencia. La cosa empezó bien, con el equipo venciendo en todos los trofeos de pretemporada, algo que en la década de los 90 aún suscitaba ilusión y seguimiento. A partir de ahí, regularidad absoluta.

Los rasgos de aquel equipo eran simples y directos, como corresponde a los conjuntos entrenados por Antic. El Atleti se organizaba en un 4-4-2 en rombo pero sin extremos. Vizcaíno era el mediocentro escoba, CamineroEl Atleti 96 era 100% Atlético y Simeone los interiores y Pantic enganchaba. No había figuras de banda ni pasadores al uso, pero sí mucha calidad y llegada a gol. El Atleti colocaba la defensa muy arriba, planteando una presión constante, acorde a los futbolistas de los que disponía. Se trataba de generar jugadas rápidas, como aquella descomunal ante el FC Barcelona en el Calderón, remachada por Penev. La preponderancia del juego vertical (y el balón parado) hizo que Simeone, Pantic y Caminero, expertos apareciendo en el área, acabaran la liga con 12, 10 y 9 goles respectivamente.

Cholo gozó y sufrió en el Atleti. Cuando regresó ya lo sabía todo

De aquel triunfo, Simeone sacó cosas para el futuro. El Cholo descubrió que, para el Atleti, el triunfo siempre tiene que ver con el esfuerzo diario, la intensidad y los ataques veloces. A nivel social, Diego Pablo también convivió con el mayor de los caos organizativos que haya vivido un grande de nuestro fútbol de manera reciente. Simeone era consciente del potencial del club cuando éste, de casualidad, hacía las cosas bien. Quizás por ello, desde su llegada el Atlético es un ejemplo de coherencia en los despachos y referencia total en lo comunicativo. Ningún jugador se sale del camino trazado y ningún fichaje errado lo es hasta que abandona la entidad. Todo lo montó Simeone, con aquel 1996 muy fresco en la memoria.


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